Fue hace quince años, cuando hablamos por primera vez en Litoral de hacer un número de la revista dedicado a la poesía argentina contemporánea. Fue con la amiga y poeta María Navarro. Los seres que hemos nacido en otras latitudes, aunque nos separe una cordillera en la América del Sur, tenemos pulsaciones similares, geografías reconocibles, donde la palabra nos trae extrañas nostalgias y suaves complicidades. En nuestras conversaciones los nombres de Edgar Bayley y Enrique Molina con su Alta marea eran entonces asiduos visitantes de la memoria.
El hotel da al mar
¡Tanto sitio ilusorio tanto lugar de no
llegar nunca!
¡Tanto trajín de gente circulando con
objetos inútiles o enfundados en ropas
polvorientas
Pasan cementerios de pájaros
La idea era perfecta y comenzó a prepararse con entusiasmo, incluso creo recordar que Adolfo Bioy Casares participaría entre otros grandes nombres de las letras argentinas en aquel proyecto. Pero todo cambió de un día para otro. La Unesco, que colaboraba con nosotros en la edición de obras representativas de otras literaturas, nos propuso publicar, coincidiendo con los actos del 500 aniversario de ese encuentro de culturas, una antología titulada Memoria de América en la poesía (1492–1992) para ser presentada en la Exposición Universal de Sevilla. El proyecto inicial se fue desvaneciendo a la vez que la deuda con los involucrados iba creciendo. Aparecieron otras antologías en la revista, dedicadas a otras literaturas, la norteamericana, la árabe, la italiana, la cubana, la chilena, pero no la argentina.
Litoral es un barco que pese a los años sabe volver a los puertos que ha abandonado. Las mareas altas y bajas todas tienen su luna. Y sucedió que el proyecto salió otra vez a la superficie, con el mismo mascarón de proa, el de María Navarro dispuesta a navegar otra vez por la singularidad de la literatura argentina. Abrimos esta edición con una mano, no tan divina, pero quizá una de las primeras expresiones de arte argentino que se conozcan. Manos para abrir un universo pictórico fascinante, donde más de un centenar de artistas plásticos, desde los albores del siglo XX hasta hoy, se nos aparecen mano a mano junto a los poetas.
Esta mano no es la mano ni la piel de tu
alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro
cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas
distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza
abandonada
Edgar Bayley
Nuestro agradecimiento a todos los artistas y escritores que han navegado esta vez con nosotros y muy especialmente a Alfredo Taján, por su asesoramiento y apoyo prestado desde el Instituto Municipal del Libro, para que este número argentino fuera posible. A María Navarro, con los deberes de nostalgia hechos y con música de Astor Piazzolla, el último tango en Málaga.
LORENZO SAVAL