Rafael, aquí tienes Litoral. No sé si es falso o verdadero, pero es el tuyo, y se ve desde todos los horizontes, con una geografía que conoces mejor que nadie porque la recorriste con tu obra infinidad de veces.
Me muero de inéditos, me decías cada vez que nos encontrábamos y ante el temor de que alguna criatura o musa en su impaciencia te devorara, abríamos las páginas para que entrara tu bestiario.
Si existiera un mapa donde estuviera dibujada la historia de la revista, aparecerías por todas partes: los océanos y los ríos tendrían tu nombre, y los letreros de las calles también, porque fuiste el impulsor de muchos universos, el demiurgo que nos enseñó la otra cara del espejo a quienes todavía no teníamos rostro.
No sería fácil presentarte a quien te desconoce, porque además de ser un gran escritor y un prodigioso dibujante fuiste un grandísimo ladrón de atardeceres, un hipnotizador, un domador, un mago con ángeles escondidos en la manga… el cómplice para un crimen poéticamente perfecto.
Litoral tenía una deuda de juego contigo y teníamos que pagártela cuanto antes, en hojas de revista de poesía que es como hay que pagar este tipo de deudas, porque te debíamos mucho, demasiado, para hacerla efectiva en estos tiempos en que la poesía parece no importar, como decía T. S. Eliot. Pienso qué sería de nosotros, los jóvenes creadores de entonces, si no hubieras existido. Tu influencia fue enorme, tus ángeles y tus peces voladores siguen revoloteando en nuestras cabezas. Nos marcaste una nube en el corazón, y esas señales en la piel que se parecen al sueño son complicadas de quitar.
Rafael, saca una mano a través del espejo y llévate este Litoral. Eres el único ser que he conocido que podría hacerlo. Siempre tuviste poderes, y no creo que los hayas perdido en esa dimensión desconocida en la que estás ahora. Cuando puedas, ábrelo y coméntanos a los que estamos al otro lado qué te ha parecido, si acertamos en la elección de los textos, si falta un cómplice o un paraíso se nos ha perdido.
No lo olvidamos Rafael, somos hijos del orgasmo y lo seremos siempre, en el goce y en la dicha, y en esa lírica estaremos hasta que el cuerpo aguante.
LORENZO SAVAL