Revista Litoral número 248
Cartas & caligrafías
Agotado
€15.00
El espectacular y fascinante avance de las tecnologías está acabando casi totalmente con la exquisita costumbre de escribir cartas; de coger sobre, pluma y papel, sentimientos e ideas y hacerlos llegar como un trozo de vida a otra persona. Quizás con borrones ya imposibles de corregir, con faltas de corazón y ortografía, un trozo que será macerado largo tiempo con otros trozos de vida en sacas de correo después de un largo viaje en trenes, barcos o aviones.
El hecho de doblar o rasgar un sobre y de sellar una carta también desaparecerán. Pronto será extraño ver un buzón en la calle o cruzarse con un cartero y, lo más terrible, que se nos olvidará cómo era escribir a mano. Nuestra caligrafía personal será sustituida por la de una máquina, perfecta, sin faltas, sin pulso, sin alma.
Los epistolarios de escritores, amantes o artistas, que siempre tuvieron el valiosísimo interés de mostrarnos la verdad más íntima y oculta del autor, son ahora más que nunca piezas de museo, material de investigadores o un objeto de fetiche celosamente guardado en algún cajón.
Con las cartas existe una comprensión más honda del personaje que, aun en el caso de escribir con la intención o la previsión en mente de que algún día serán publicadas, se nos aparece de manera más directa y sin la inevitable máscara de ficción que acarrea el arte. No decimos nada nuevo si insistimos en la importancia de los epistolarios para conocer mejor al ser y la época que hay detrás de ellos. Y, por supuesto, para entender con más garantías las claves de la obra que lo singulariza y por la que su correspondencia se nos hace atractiva y hasta útil.
Para mostrar el lado más humano de diversos autores y recordar el tiempo que les tocó vivir, Litoral sacó a la luz epistolarios completos, cartas sueltas, diarios, postales, dedicatorias, caligrafías, fragmentos de escritura privada que venían a completar con datos, con anécdotas, con reflexiones, con sentimientos, el
perfil de muchos escritores y artistas del siglo xx. Así, desde los primeros números de esta última época de la revista, las cartas y todo este tipo de documentos personales han tenido un lugar destacado.
En unos, supusieron un material complementario de los textos literarios que se publicaban. Al lado de los poemas, de las prosas, de los artículos o de las ilustraciones, se insertaban cartas de prácticamente todos los miembros del grupo del 27. Lo mismo que ha pasado en fechas más recientes cuando Litoral ha prestado atención a artistas de generaciones posteriores. En unas cuantas entregas, la correspondencia y la caligrafía pasó de ser un material complementario a ser la razón exclusiva o principal de esos números.
Así ocurrió, cuando se publicó con carácter inédito la correspondencia entre Rafael Alberti y José Bergamín, titulada «De X a X», cuya lectura es enormemente sugestiva, o con la correspondencia entre Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma, que titulamos El juego de hacer versos.
Repasando, pues, el caudal de la revista, cuarenta años después de su renacer en 1968, la publicación de epistolarios en sus páginas es significativa y estamos convencidos de que ha servido eficazmente para cumplir con las intenciones fundacionales de Litoral, es decir, para aclarar dudas, alumbrar detalles desconocidos y, en definitiva, completar e infundir vitalidad a la memoria de las generaciones que se han venido sucediendo hasta hoy. De esta forma, Litoral ha contribuido, en la medida de sus posibilidades, a enriquecer el conocimiento, de lo artístico a lo humano y viceversa.
A finales de los años ochenta, cuando aún no existía internet ni nada que se le pareciese, la revista se propuso dedicarle un número a la correspondencia. Un monográfico que incluyera una buena antología de cartas entre escritores y artistas españoles y diversos ensayos; todo ello acompañado con cuadros, caligrafías, dibujos, sellos de correo, postales, telegramas y cuanto ha rodeado al mundo de la correspondencia. Veinte años después, ese antiguo y fallido proyecto, vuelve a ver la luz del día y de los ordenadores, con Antonio Jiménez Millán[1] como director de correos en funciones, y con una propuesta más ambiciosa que la anterior al tener un recorrido histórico y un continente más amplio.
Un número donde la caligrafía y la belleza de las cartas tuvieran en algunos casos un papel más preponderante que el propio contenido de las mismas, caso de esas cartas dibujadas que muestran otra vertiente interesantísima del género epistolar.
Y, por supuesto, un número en el que aparecieran los miembros de esa generación de poetas españoles que vio nacer esta revista en los años veinte. Luego había que dar paso a las generaciones posteriores, incluir escritores hispanoamericanos, y no olvidar ese enorme buzón que ha sido Litoral durante más de ochenta años. Además de, como es lógico, mostrar una antología de los poemas más representativos sobre la hermosa e impagable costumbre de comunicarse por medio de una carta.
Al abarcar períodos cronológicos tan largos (el primero desde la antigüedad clásica hasta llegar a Mozart; el segundo, de William Blake a Rimbaud; y el tercero, de Freud hasta bien entrado el siglo xx, con Keruoac) contamos con un material abundantísimo. Ello exigió una primera selección, según la cual excluimos las cartas que funcionan como recurso literario y nos centramos en la carta privada, en algunas caligrafías, en manuscritos, tratando de ofrecer muestras representativas de distintas épocas y de autores que se hayan distinguido por su específica aportación al género. De igual manera, la vasta antología preparada por Antonio Lafarque tuvo que ser recortada en mucho.
Acotado el amplio panorama de la carta como obra literaria o como objeto artístico, acudimos a los conocimientos de diversos ensayistas para que nos develaran los aspectos más sugestivos del género. Así Jordi Gracia hace una excelente reflexión del lector de cartas, de ese perverso voyeur de correspondencia que todos llevamos dentro. Gabriele Morelli, gran conocedor del género epistolar, nos entrega un trabajo sobre la siempre vital correspondencia entre Huidobro y Larrea. Azucena López Cobo aporta un artículo esencial para situar esa red de redes que es la correspondencia entre los poetas del veintisiete, una de las columnas vertebrales de este número. Cristóbal González Montilla ordena el buzón de Litoral en un artículo que nos hace volver a un pasado donde la carta tenía aún el rumor de la emoción al abrirla. Neus Arques, profesora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, pionera en el arriesgado camino de las ediciones digitales, nos ofrece una íntima reflexión entre el pasado y el futuro de la carta. Y José Luis González Vera, con ese humor canalla y poético que le caracteriza, nos sumerge en el sorprendente lenguaje que tiene hoy la correspondencia en las nuevas tecnologías.
Sí, estamos ante el final de la carta, de esa carta que te llegaba con bordes azules y rojos del extranjero, a veces con un exótico sello timbrado en un extremo y otras veces con un corazón temblando dentro. De ese trozo de vida, siempre iluminado, que te encontrabas al fondo del buzón.
Este Litoral podría ser una carta abierta de despedida a un género literario que, como muchas especies de la fauna, está en extinción. La prueba más evidente es que haciendo este Litoral sobre la carta no recibimos ninguna y, lo que es peor, tampoco la esperábamos.
LORENZO SAVAL
[1] Los años de amistad y trabajo con el poeta y catedrático Antonio Jiménez Millán me han hecho conocedor de alguna de sus más íntimas debilidades, como son esas notas al pie de página, que aparecen al final o al lado de sus textos. He pensado que la mejor manera de expresarle mi enorme agradecimiento por su labor en este Litoral es que esas palabras aparecieran al pie. Que fueran los zapatitos negros —en este caso violeta— que vistieran sin fechas ni publicaciones este editorial.
"Y, efectivamente, la experiencia artística está tan increíblemente cerca de la sexual, en su dolor y gozo, que ambos fenómenos en realidad son sólo formas diversas de una idéntica ansia y dicha". Rainer Maria Rilke (Cartas a un joven poeta)
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