Este Litoral dedicado al Cuerpo podría muy bien situarse en una vitrina junto a los cadáveres exquisitos, esos dibujos, frases o collages en un papel plegado realizados por los surrealistas en los años treinta.
Para elaborar estas páginas tuvimos que seguir la misma ruta y tener el mismo pulso y temperamento de aquellos artistas que participaban de esos juegos, buscando la posibilidad de construir un Frankenstein o moderno Prometeo, un cuerpo, exquisito, sostenido por el arte y la poesía y que apareciera con todo su esplendor y misterio al desdoblar el papel.
Hace unos años hicimos Ciencia y poesía. Vasos comunicantes, una edición de Litoral donde descubríamos entre otras cosas que la vida es sólo una mezcla de química y estupor, poco tiempo después ve la luz La Locura, un número donde la genialidad y el delirio se daban la mano. Nos faltaba ahora El Cuerpo, el pilar central de este escenario, ese instrumento del alma como lo llamaba Aristóteles y mostrarlo desnudo, de la cabeza a los pies, con todos sus perfiles y sombras, para encontrarle un sentido a esta obra de conjunto, compuesta por centenares de poemas e imágenes donde la ciencia la literatura y el arte se han visto involucrados a lo largo del tiempo..
El cuerpo no es más que un medio de volverse temporalmente visible. Todo nacimiento es una aparición, escribía Amado Nervo, y aquí estamos, como el cuerpo desdoblado de un enorme cadáver exquisito, con un rostro reconocible para reflejarnos y gozar en los espejos, una aparición, otro nacimiento antes de volver a desaparecer.
LORENZO SAVAL