Como una inmensa calzada abierta a todos los rumbos, así se revelaría en una fotografía el Mediterráneo en la antigüedad. Un mar cálido, plácido, de tono azulado que tiene escrita en sus olas y en sus playas la historia de grandes culturas. Egipcios, fenicios, griegos y romanos aprendieron en este mar el arte de deslizarse por las aguas, y empezaron a dibujar de costa a costa y de mente a mente la cartografía y el pensamiento del mundo. Rodeado por tres continentes, este Mar Medi Terraneum (en el medio de las tierras) de casi 4000 kilómetros de longitud, donde miles de millones de aves realizan en su cielo sus migraciones, es uno de los mares con más biodiversidad marina del mundo, pero también, uno de los más amenazados por residuos y cambios climáticos, afectando esto a todos los organismos que habitan en sus entrañas, incluyendo al ser humano, una de las criaturas más destructivas del planeta. La basura marina, principalmente plásticos, que arroja el hombre a sus aguas, están polucionando de una forma alarmante este mare nostrum que ahora nos acoge en otras estancias más amables, como son las del arte y la poesía, sin olvidar la historia, la música, el cine, ni por supuesto, todas esas estrategias del pensamiento que siempre son la bandera ondeante de un buen navío.
En las cartas de navegación de cualquier número de Litoral el pasado, el presente y el futuro, son tiempos de circunvalación que tenemos muy en cuenta, tanto en la selección de imágenes como en la de textos. El pasado del Mediterráneo es abrumador si pensamos en la influencia que ha tenido en la cultura de todos los tiempos. Ulises es el héroe más legendario de todos, el más brillante en esas vitrinas de la historia con cientos de poemas y cuadros donde se susurran sus hazañas.
El presente no tiene nunca fin, y el Mediterráneo, está aquí, a la orilla de la playa, en el horizonte, agitando sus azules, sus veleros y bañistas, como lo ha hecho siempre. El Mediterráneo es una canción de Serrat que se ha convertido en un himno para nuestra memoria, en un crucero de puertos soñados para dibujar los veranos con el dedo en los mapas.
Y el futuro, no hay que pensar en ello, como dijo Einstein, llega demasiado pronto, incluso para este mar que siempre nos está esperando.
Cuando Emilio Prados decide hacer una revista llamada Litoral «para cosas del mar, solamente del Mar», no se imaginaría que casi cien años después, estas páginas seguirían flotando como un viejo y renovado navío en ese mismo mar mediterráneo que se sentía en el corazón de la imprenta Sur a mediados de los años veinte. Llegó el mar, se fue el mar, sigo en mi cuerpo, escribiría en un poema Prados, y con este vertebral rumor de ola, nos aventuramos a navegar otra vez por estas aguas en las que habitaban sirenas, como dejó escrito el poeta griego Hesíodo. En estos tiempos confusos y de ficción en que vivimos, no sería extraño, si nos sumergimos, encontrarlas.
Lorenzo Saval