Que la fotografía salve del olvido
las ruinas colgantes, los libros, las estampas
y los manuscritos que el tiempo devora,
las cosas preciosas cuya forma
va a desaparecer y que piden un lugar
en los archivos de nuestra memoria…
Sólo estas líneas de Charles Baudelaire escritas a mediados del siglo XIX, cuando los seres empezaban a conocerse y a reconocerse por primera vez en un papel, podrían justificar cualquier aventura editorial en torno a la fotografía y su conexión con la literatura y especialmente con la poesía.
Desde que se consiguió por primera vez atrapar la luz, una ciencia que tuvo desde un principio la denominación de arte —quizás porque fueron grandes artistas los primeros que la revelaron— la fotografía nos ha dejado un legado impresionante de conocimiento y belleza; nos ha transportado en el tiempo; nos ha traído ese algo terrible de toda fotografía, como decía Roland Barthes, que es el retorno de lo muerto; nos ha sobrecogido, maravillado, alertado, desenmascarado, pero principalmente le ha enseñado a nuestro ojo a ver, a mirar el mundo cuando se detiene.
La fotografía, donde la poesía se ha visto muchas veces reflejada, nos ha guardado la vida en álbumes y cajas de zapatos, ha conservado esos otros rostros que tenía nuestra cara, y ha catalogado la ruta secreta de nuestro pasado, paisajes donde nuestro corazón se vio tantas veces involucrado.
No había duda: era el momento de dedicarle un número a la fotografía, en una edición dónde el fotógrafo estuviera esta vez detrás de la lente, con una tarjeta de poeta de la luz en el bolsillo de la gabardina; y los otros poetas —que también saben de luces, sombra y tinta— apretando el objetivo.
Antonio Lafarque ha sido el encargado de construir junto a José Antonio Mesa Toré y el equipo de la revista este Litoral escrito con la luz. De su mano, han colaborado especialistas en la materia, fotógrafos y escritores de la categoría de Publio López Mondéjar, Rosa Olivares, Laura Terré, Pablo Juliá, Felipe Vega, Antonio Jiménez Millán, Julio Neira, José Manuel Navia, Josep M. Rodríguez, Juan Bonilla y Carlos Canal.
Fotografiamos para ahuyentar los espíritus, escribió Kafka. Nosotros quisimos hacer lo contrario: que los espíritus volvieran otra vez, en esta época digitalizada donde cualquiera puede manipularlos, cabrearlos y ahuyentarlos definitivamente.
La memoria no guarda películas, guarda fotografías, decía Kundera. Para esos archivos de nuestra memoria, para salvar del olvido todas esas cosas que el tiempo devora, las ruinas colgantes, los libros, las estampas, hemos hecho este Litoral luminoso.
LORENZO SAVAL