Revista Litoral número 246

HUMO EN EL CUERPO
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Todo empezó hace unos años cuando decidimos dedicar un numero de la revista a la gastronomía. Lo titulamos Poesía a la Carta, un Litoral para comérselo, literaria y artísticamente, porque allí te encontrabas de todo, desde recetas de exquisitos platos de Monet, apetitosos cuadros de Dalí, hasta menús de perros o barcos hundidos, con una poesía que nos sorprendió encontrar y luego poder guisarla con todos sus olores en estas páginas.
Pero un banquete así requería obligatoriamente estar regado por un buen vino, la bebida por excelencia y con una historia tan antigua y rica como la de la comida. El Vino, era esta vez un Litoral para bebérselo con todas sus consecuencias, una borrachera de arte y literatura.
Hasta el momento todo iba bien, pero faltaba algo: el hilo azul de los alientos rotos, como escribiría Cesar Vallejo; el humo del tabaco, el placer más etéreo, tal vez el más adorado y vilipendiado de todos. Hacer historia del Cikar —fumar en Maya— es transportarnos a miles de años de antigüedad y remontarnos a un tiempo en el que la magia y la espiritualidad estaban asociadas a este hábito. El tabaco (Nicotiana Tabacum) pertenece a la familia de las solanáceas, como la mandrágora y la belladona entre un centenar de distintos géneros.
También se las conoce con el nombre de night shades porque al parecer crecen como sombras durante la noche. El tabaco es la única planta de la naturaleza capaz de sintetizar en las hojas su principio activo, la nicotina, y luego conservarla en las hojas secas.
Las escenas de los sacerdotes aztecas fumando es el primer testimonio que tenemos de la relación del tabaco con la divinidad y de ahí en adelante lo divino ha sido meternos todo el humo que nuestros pulmones puedan aguantar aun sabiendo que nos mata.
La historia del tabaco es fascinante porque está llena de relatos con los que escribir un buen libro, como de hecho hiciera Guillermo Cabrera Infante en Holy Smoke.
Aquellos marineros de los viajes de Colon que fueron perseguidos por la Inquisición debido a que se paseaban por las calles exhalando humo por la boca, lo que fue tenido por una manifestación demoniaca; aquel embajador francés, de nombre Jean Nicot, que le regala a Catalina de Médicis unas hojas de tabaco que la corte bautiza como ≪hierba de la reina o del embajador≫, y cuyo apellido es bien conocido siglos después por quienes no pueden vivir sin su dosis diaria de nicotina; aquel Walter Raleigh, aventurero que llevaría el nombre de Virginia primero a Inglaterra, y después a todo el mundo, como tierra de producción de excelentes tabacos; y tantos y tantos escritores, como Moliere o Merimee con sus cigarreras semidesnudas, y pintores, David Teniers y Adriaen Brouwer por ejemplo, que nos ensenaron que la cultura del fumar tiene su importancia y merece un estudio.
Sin embargo, dedicar un Litoral al humo del tabaco encierra sus problemas, algunos de conciencia. Fumar es y ha sido un peligro y muchos de quienes lo han hecho han padecido indeseables consecuencias, si no han visto como se acortaban sus vidas.
Lo paradójico es que a muchos de esos fumadores empedernidos le debemos, quizás gracias a su dependencia del humo, las mejores páginas de la Historia: científicos como Albert Einstein o Robert Oppenheimer, médicos como Sigmund Freud, Carl Gustav Jung o Jacques Lacan, políticos como Winston Churchill, Charles De Gaulle o Nehru, revolucionarios como Pancho Villa, Fidel Castro o el Che Guevara, escritores como Lord Byron (recordemos su poema Sublime tobaco), Oscar Wilde, Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe, Pablo Neruda y artistas que van desde Cézanne a Picasso, por solo memorizar algunos nombres. A los que habría que sumar, sin duda, tantísimos personajes de ficción en novelas, películas, comics, cuadros… que forman parte de nuestra mitología.
Pero ahora los fumadores son los malos, seres autodestructivos que, además, enturbian el ambiente y pueden ser culpables de contaminar a aquellos que no fuman. A las autoridades ya no parece compensarles ser permisivas o mirar para otro lado. El hábito de fumar, por ley, se ha convertido en un vicio execrable si no en un pecado mortal. De manera que cualquier imagen con glamour del tabaco ha de borrarse de nuestra memoria. En las películas actuales incluso se hace evidente quien es el asesino: el sospechoso siempre fuma, el antagonista es siempre un ser despreciable que merece ser castigado más que por sus fechorías por el humo que echa por su boca.
Aun cuando los fumadores, incluidos aquellos que han hecho del tabaco una herramienta indispensable para su creación artística, estén de acuerdo con las medidas adoptadas por esas autoridades en favor de la salud general, no es posible callar ante el mal gusto que impregna todas sus campañas: las esquelas mortuorias impresas en las cajetillas, las jaulas de monstruos en los aeropuertos, los anuncios… están hechos sin el arte ni la ironía que un fumador le hubiera insuflado.
No ha sido nuestro ánimo en ningún momento fomentar en estas páginas el vicio del tabaco, aunque confieso que todos los Litorales que se han hecho han tenido además del humo de los barcos siempre la azul neblina de algún cigarrillo en el horizonte.
Nuestro propósito solo ha sido constatar un hecho evidente, reflejado en el arte, la pintura y la literatura. Abrimos estas páginas con la calavera de Vincent Van Gogh fumando y terminamos con la cruz de Damien Hirst llena de colillas. Un mensaje subliminal bastante claro que nos ampara de otras posibles interpretaciones.
Los cigarros son los dedos del tiempo que se convierten en ceniza, escribió Ramon Gómez de la Serna. Estas páginas quizás también se conviertan con el tiempo en el humo del olvido. Una historia encendida que se está apagando.
LORENZO SAVAL
"Un cigarrillo es el tipo perfecto de un placer perfecto. Es exquisito, y nos deja insatisfechos. ¿Qué más se quiere?". Oscar Wilde
“El siglo XXI será el siglo de las marcas”. Naomi Klein
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"Que la fotografía salve del olvido las ruinas colgantes, los libros, las estampas y los manuscritos que el tiempo devora, las cosas preciosas cuya forma va a desaparecer y que piden un lugar en los archivos de nuestra memoria…". Charles Baudelaire
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¿Qué es, en verdad, el humor? Alguien dijo: «Quizá sea una lesión del cerebro que impone esa especial visión de las cosas.» Wenceslao Fernández Flórez
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"El vino, escribía Baudelaire, se parece al hombre: nunca se sabe hasta qué punto se le puede apreciar o despreciar, amar u odiar; ni cuantos actos sublimes o crímenes monstruosos es capaz de realizar. No seamos, entonces, más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como a un igual"
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