ITALO CALVINO decía algo así como que podemos leer la ciudad como un gran bestiario, que podemos interpretarla como un libro de sueños, como un álbum de nuestro inconsciente, como un catálogo de monstruos.
Las ciudades son el gran escenario del mundo, el laberinto perfecto para encontrar el corazón perdido de las cosas, hecho que justifica una edición de estas características donde la poesía y la imagen tienen el mismo itinerario y a veces hasta las mismas postales en la maleta. Una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes, escribió Lawrence Durrel: esta reflexión y la de Calvino podrían ser las columnas que soportan la arquitectura de este Litoral.
Imaginen ustedes que son uno de los pasajeros de ese tren que entra en la ciudad en un cuadro de Hopper de los años cuarenta, arriba de la página. Miren como la ciudad nos observa desde las ventanas antes de entrar en el túnel, como se prepara a devorarnos. Seria difícil afirmar que en
el cuadro no hay nadie, la visión es el arte de ver lo invisible y allí está la cara de la ciudad, sus ojos, su boca, sus pensamientos, el rostro que quisimos descubrir en cada una de estas páginas.
La idea inicial era un viaje por una geografía imperfecta de lugares visitados por artistas y poetas, donde aparecerían entre otros destinos ciudades imaginadas, o islas remotas.
Pero la metrópoli nos fue atrapando, nos enseñó sus ventanas, sus calles, sus hoteles, sus barrios, el prodigio de sus torres y edificios, sus puentes, su música, sus paseos, cementerios y estaciones. Ciudades con nombre, a veces solo susurradas en un paisaje o en la memoria de un poema pero que conformarían una guía infinita para un viajero incansable.
El proyecto tendría la misma tripulación y coordenadas de estilo que otras veces: una antología con poetas españoles e hispanoamericanos desde principios del siglo pasado hasta nuestros días, con ensayos puntuales de destacados escritores y con una panorámica selección iconográfica.
José Antonio Mesa Toré y Antonio Lafarque serían los tour operadores literarios de este especie de viaje en globo por el mundo. Éste con el ordenador, mandando cosas a la red como el trapecista de un circo loco, y aquél con una vieja maleta llena de libros que ya ha conocido en otras ocasiones el humo de los barcos y los alcoholes que deja la marea en este litoral cuando zarpamos.
Joan Margarit, Mario Virgilio Montañez, Antonio Jiménez Millán, Javier Herrera, Justo Navarro, José Antonio Garriga Vela y Pablo Julia fueron los invitados a viajar con nosotros. Excelente compañía cuando se quiere hablar de arquitectura, de arte, de literatura, de cine, de música, de novela o de fotografía.
La ciudad siempre está al fondo de cualquier ventana y cuando la abrimos podemos oír su respiración. Importa poco no saber orientarse en una ciudad, escribía Walter Benjamin, perderse en cambio, en una ciudad como quien se pierde en el bosque, requiere aprendizaje. Los rótulos de las calles deben entonces hablar al que va errando como el crujir de las ramas secas, y las callejuelas de los barrios céntricos reflejarles las horas del día tan claramente como las hondonadas del monte.
Perderse en este Litoral es fácil, incluso es aconsejable. Las ciudades fueron construidas para sonarlas, visitarlas y olvidarlas. Solo nos recuerdan el amor que las habita.
LORENZO SAVAL