En el último número de Litoral inmediatamente anterior a éste, titulado La Poesía del Cine, se estudiaba en profundidad el nacimiento, desarrollo y entrada del cine en el mundo de las artes, centrándonos en la demostración de que desde sus orígenes existe un cine cuyas fuentes esenciales hay que buscarlas en el elemento poético. Se abarcaba allí el periodo que va desde el invento del cinematógrafo hasta la década de los treinta del siglo XX. Por supuesto, se tenían en cuenta, por una parte, los textos que los poetas de la época, deslumbrados por la irrupción de un arte nuevo, le dedicaron y, por otra, la obra precursora de los primeros grandes maestros de la cámara. O, por mejor decir, de los primeros grandes poetas del cine.
Esta nueva entrega de Litoral arranca, pues, del tiempo donde finalizaba el anterior, con el mismo propósito de mostrar la estrecha relación que continúa hasta nuestros días entre la poesía escrita y la cinematográfica, buceando en aquellas películas, de común acuerdo consideradas tesoros del lenguaje poético, que han descubierto para él nuevos procedimientos expresivos. Y continuando la antología de poemas sobre el séptimo arte allá donde la dejamos, esto es, desde los mangíficos poemas de Gabriel Celaya o Pablo García Baena hasta los de los poetas más jóvenes de hoy.
Como continuación que era, pensamos titular este número sencillamente La poesía del Cine, Segunda parte o Sesión continua. A última hora, repasando su contenido, nos parece más acertado nombrarla como Los poetas del Cine. Es verdad que en el anterior se muestra la obra de aquellos pioneros que dotaron al cine de un lenguaje poético. Pero quizás, aquí sea más evidente que el estudio va enfocado a indagar en las propuestas personales de los directores más originales y que, por las características de su cine, deben ser considerados poetas, en la mayoría de los casos verdaderos clásicos sin cuya obra no podríamos entender la cultura de nuestro tiempo. Al aproximarnos a la cinematografía de Bresson, Ozu, Kirostiami, Truffaut, Visconti, Bergman, Pasolini, Fellini, Ray, Oliveira, Kubrick, Tarkovsky y algunos otros elegidos, el trabajo, que de nuevo coordina con tanto acierto Javier Herrera, supone una profunda revisión de las cinematografías nacionales más sugerentes y decisivas: el cine europeo con sus sucesivas corrientes, el estadounidense más independiente, el latinoamericano, el de oriente próximo y el asiático… Además, a las películas de ficción, hayque añadir la aportación a lo poético del cine documental, recogido también aquí a través de sus figuras más destacadas, con Flaherty a la cabeza.
Por último, el glamour, tan caro a este mundo maravilloso, tiene su lugar en estas páginas en las muchas incursiones en anécdotas privadas, en documentos inéditos o en la sensualidad de cientos de fotogramas, carteles y diseños que, en un juego de múltiples espejos, hacen poesía sobre la poesía del cine.