Revista Litoral número 252

Málaga. Meeting Point
Agotado
€15.00
Los ojos del extranjero ven más claro
Charles Reade
El extranjero es víctima de la geografía, de una cartografía confusa que le ofrece la vida para descubrir su sitio en el mundo. A veces encuentra el camino y llega al lugar deseado y otras veces se pierde, convirtiéndose para siempre en criatura de ninguna parte.
A estas costas llegaron en tiempos remotos seres de todas las latitudes que creyeron encontrar el camino: primero fueron los fenicios, luego griegos, romanos y árabes terminaron de trazar definitivamente ese perfil saleroso, fruto de mil culturas, que ha caracterizado al malagueño de todas las épocas.
Málaga ha sido siempre una ciudad abierta al viajero, donde el extranjero se convierte rápidamente en parte del paisaje. Sería difícil imaginar el pasado de esta ciudad sin la presencia de esos extraños seres que llegaban en barco desde el horizonte o a pie por la montaña, sólo con valor, paciencia y fuerza como escribiría Gautier. Audaces aventureros que se enfrentaban a todo tipo de peligros e incomodidades para luego contar en sus libros de viaje cómo eran esta tierra y su gente. Los hubo extremadamente amables, como el escritor danés Hans Christian Andersen que dijo que en ninguna parte de España se sentía tan feliz y tan en casa como en Málaga. No tan amables, como el hispanista inglés Richard Ford, para quien Málaga era una ciudad bella, pero puramente comercial, con pocos atractivos aparte de las almendras, las uvas y el vino dulce. Y también comentarios odiosos, como el de aquella amiga de Charles Dickens, Frances Elliot, que impelía a sus compatriotas ingleses a eludirla porque era un lugar horrible. El literato es el único que goza de la prerrogativa de no ser extranjero en medio de extranjeros, escribió el filósofo griego Teofrasto y con esa prerrogativa muchos escritores y artistas que vinieron de lejos han dejado aquí, con distinto signo, la huella del misterio que los trajo.
Seguir la ruta de estos viajeros ha sido nuestro propósito, primero con estudios y textos de los escritores y artistas románticos que vinieron a España a mediados del s. XIX, para seguir luego con dos significativas visitas, la de los poetas Rubén Darío y Rainer María Rilke. No me había equivocado al suponer que esta ciudad me iba a dar lo más decisivo para mí, algo de aquello que yo siempre he esperado y que me importaba más allá de toda ponderación, escribe Rilke en 1912 desde su habitación del Hotel Reina Victoria de Ronda, una ciudad por la que han caminado siempre notables extranjeros, como Ernst Hemingway, y en la que descansa para siempre el actor y director de cine estadounidense Orson Welles, el hombre que se hizo célebre con Ciudadano Kane después de aterrorizar a sus compatriotas con la obra radiofónica La guerra de los mundos.
A mediados de los años veinte, al calor de la revista de poesía que habían fundado Prados y Altolaguirre, con frecuencia vienen a Málaga poetas de otras ciudades españolas, dejando todos ellos en su obra el testimonio de sus estadías.
Juan Ramón Jiménez describe algunos rincones de la ciudad y detiene su mirada en el encanto del cementerio inglés. José Bergamín le inventa sus límites: al N. con el océano glacial ártico y al S. con el océano glacial antártico; al E. con el mar del Japón y al O. con el mar del Japón otra vez. Luis Cernuda descubre en la bellísima prosa de El indolente y de Ocnos o en poemas como «Elegía anticipada» que en sus viajes a Málaga alcanzó el momento de mayor dicha de su existencia. Gerardo Diego habla de la geometría de su catedral.
Jorge Guillén, que se instaló al final de su vida en la ciudad y que pidió ser enterrado en el antes citado cementerio protestante, nos cuenta del constante Matisse que ve desde el balcón que da al paseo marítimo. Y Vicente Aleixandre, de infancia toda malagueña, de las olas amantes en su ciudad del paraíso.
Por esas fechas, dos ilustres extravagantes como fueron el actor de cine mudo Buster Keaton y el pintor surrealista Salvador Dalí recalan en el perezoso Sur. El topless de Gala y la foto de los enchaquetados y encorbatados directores de Litoral junto a la pareja en la playa de Torremolinos podrían añadirse perfectamente a otros
memorables momentos del pasado que por desgracia no tienen foto, la llegada en burro de Lord Byron al balneario de Carratraca o la imagen de la emperatriz Eugenia de Montijo sumergida en las sulfurosas aguas de las termas.
Pero es quizás en los terribles años de la guerra civil española cuando la provincia se hace más significativa en la literatura extranjera. Gerald Brenan, Peter Chalmers-Mitchell, Gamel Woolsey, Marjorie Grice-Hutchinson,George Orwell, Arthur Koestler, André Malraux y poetas como Ilya Erhenburg, Pablo Neruda o César Vallejo se hacen eco de la Málaga desvastada y en llamas.
A Gerald Brenan, una de las figuras más admirables de la cultura española del siglo XX, Litoral le dedicó un monográfico titulado Al sur del laberinto (1985). Tuve ocasión de visitarle en su cortijo de Alhaurín mientras preparaba aquel número de la revista, dos años antes de su muerte. Aún conservo nítidamente en mi memoria el momento en que me escribía unas líneas para la ocasión. La caligrafía temblorosa que salía de su mano se elevaba una y otra vez hasta rebasar los márgenes del papel y continuar sobre la madera del escritorio. Al tercer intento lo detuve, cogiendo esa mano que había
escrito textos tan notables para que descansara unos instantes sobre la mía.
Otro personaje de gran impacto en la costa fue Ernst Hemingway, quien fue huésped en los años cincuenta en la finca de La Cónsula en Churriana. Salía al balcón, escribía el autor de El viejo y el mar, que recorría toda la fachada del segundo piso, y miraba por encima de los pinos del jardín hacia las montañas y el mar, al tiempo que se oía silbar al viento entre los árboles, entonces comprendí que nunca había estado en un sitio más hermoso. Era ideal para trabajar y comencé a escribir enseguida.
Más tarde el ilustre extranjero fue Jean Cocteau, que vivió un tiempo en Marbella en los años sesenta. Pinta paneles, piedras y cerámicas, dibuja por todas partes esos pez-ojo que hemos utilizado como punto de encuentro de esta edición y le dedica un poema a Málaga en el que dice que las jábegas tienen ojos de egipcios muertos.
Por esas fechas el escritor norteamericano James A. Michener escribe el best seller Hijos de Torremolinos, se construyen hoteles y discotecas y empiezan a llegar los turistas, unos extranjeros que antes llamábamos viajeros románticos. No escriben sus impresiones en manuales, como los primeros aventureros, pero sí mandan postales y hacen fotografías de playas y juergas nocturnas en bares y tablaos flamencos con todo el romanticismo aprendido ya de sobra en sus cuerpos.
Surge el estilo del relax, una forma de revindicar el diseño emocional, ambiental y arquitectónico de una época y en el que sus mayores exponentes son el arte decó y aerodinámico que nos dejó ese barco edificio que es el Bazar Aladino y el siempre literario Hotel Pez Espada de Torremolinos, donde durmieron sugerentes criaturas
como Ava Gardner, Elizabeth Taylor o Claudia Cardinale y donde no está claro si pudo hacerlo Frank Sinatra después de la encerrona Made in Málaga que le montaron con una starlette, semejante, en el boceto y el cometido, a las que hacían los charranes a los viajeros que llegaban al puerto en el siglo XIX.
Estrellas como Lawrence Olivier, Vivien Leigh o Brigitte Bardot, miembros de los Beatles o los Rolling Stones se asoman en la cumbre de sus carreras a estas costas. Algunos fijan después aquí su residencia, como la actriz Deborah Kerr y su marido el guionista Peter Viertel, el cineasta Richard Lester, el rockero Rod Stewart, el director Ray Harryhausen, famoso por su técnica en efectos especiales, o el actor Sean Connery. También se habla del tiempo en que Robert Redford vivió en Mijas, de los cuadros que pintaba y de la moto que tenía para recorrer la comarca unos años antes de que fuera una celebridad de la pantalla. Muchas son las historias de extranjeros
famosos en este meeting point permanente como ha sido Málaga y la Costa del Sol.
Entre los primeros pintores extranjeros que llegaron a Málaga habría que citar a David Roberts, Fritz Bamberger y Carlos de Haes, junto al gran ilustrador francés Gustave Doré, que pintan y dibujan la ciudad y sus alrededores, dejando unas sugestivas imágenes en el tiempo que nos han servido para conocer la geografía de la luz que envolvía a Málaga a mediados del diecinueve.
Pero es quizás mucho más tarde cuando los artistas foráneos empiezan a verlo todavía más claro y deciden quedarse. Del primero que tuve noticias, cuando también como extranjero llegué a esta costa en los años setenta, fue del americano Gino Hollander; más tarde conocí y entablé una buena amistad con artistas excepcionales como el alemán Stefan von Reiswitz, el mexicano Felipe Orlando, los americanos Robert Harvey y Bayard Osborn, la húngara Judith Nador y el francés Lou Dubois. Grandes artistas, como todos los que iluminan desde distintas perspectivas estas páginas.
Para hacer este Litoral el cómplice perfecto, como en tantas otras ocasiones, fue José Antonio Mesa Toré. La idea surgió hace tiempo, alentada siempre por Tecla Lumbreras, María José Amado y Montserrat Reyes, que ha sido al final quien ha hecho girar definitivamente la hélice y ha puesto a volar la máquina y la poesía otra vez.
Los pasajeros invitados para colaborar en este viaje son viejos conocidos que han sido en otros proyectos pasajeros o parte de la tripulación de Litoral, como los poetas Antonio Jiménez Millán y Aurora Luque, los novelistas José Antonio Garriga Vela, Alfredo Taján y Juan Bonilla, los periodistas Manuel Bellido, Cristóbal González Montilla y Francis Mármol, los profesores e investigadores Francisco Chica, Alfonso Sánchez Rodríguez, Alfredo Rubio, Luis Clemente y Tecla Lumbreras, a los que se unen ahora el arquitecto Salvador Moreno Peralta y escritores especializados en la materia que tratamos como Jesús Majada Neila, Andrés Arenas, Juan Antonio Vigar, Carlos Pranger, Óscar Carrascosa y Pepe Chicano.
Víctimas de la geografía, notables extranjeros de todas las épocas viajaron al encuentro del paraíso. Algunos ciertamente lo vislumbraron. Por ellos y por el retrato que nos han legado de Málaga navega este Litoral.
LORENZO SAVAL
"En ninguna parte de España me sentí tan feliz y tan en casa como en Málaga. Las costumbres de sus gentes, su temperamento, el ancho mar, todo ello, tan necesario y rico para mí, lo encontré allí. Y es más, encontré algo todavía más importante: gente amable y comprensiva". Hans Christian Andersen
“Un barco es exactamente una pequeña aldea donde abundan las habladurías y donde el vecino se mete en todos tus asuntos”. El diccionario de Mark Twain (2003)
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“... siempre hay aviones que despegan desde ningún lugar y que aterrizan en ninguna parte”. Luis García Montero
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