Revista Litoral número 251
MÉXICO. LITERATURA Y ARTE CONTEMPORÁNEOS
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Doblo la página del día,
escribo lo que me dicta
el movimiento de tus pestañas.
Octavio Paz
Si existe un país en el corazón de esta revista, ese es México. Una geografía lejana a la cual había que llegar a golpe de ondas de mar, un lugar en el que desembarcaron muchos supervivientes de una guerra fratricida, algunos de ellos poetas y vigías de este Litoral malagueño. Si nos dejamos mecer por esas ondas de mar que separaron durante 18 días y otras tantas noches a esos pasajeros del exilio, encontramos la arteria más caudalosa de ese corazón que nos une por historia, lengua y cultura.
El poeta Pedro Garfias, uno de los pasajeros del vapor Sinaia, escribe: Qué hilo tan fino, qué delgado junco —de acero fiel—, nos une y nos separa, con España presente en el recuerdo, con México presente en la esperanza.
Cuarenta años tenía Emilio Prados cuando llegó a México, viviendo, como él decía, sólo con su poesía y su responsabilidad de hombre en la tierra. En sus últimos años, en unas notas escribe: Aquí sigo siendo el niño que comenzó con su «cuerpo ¿aislado? perseguido» y en él estoy, como al nacer, nostálgico de «un no sé qué» que a veces tiene forma de España, a veces del mundo entero…
Emilio Prados con Manuel Altolaguirre, José Moreno Villa, Juan Rejano y Francisco Giner de los Ríos sacan otra vez la revista en México en julio de 1944, cuando Europa y el mundo ardían por todos los costados.
El anagrama esta vez no era el pez que todavía nos acompaña, sino una paloma posada sobre un árbol en la cima de Colhuacán. El dibujo —tomado de una antigua leyenda— expresaba que los hombres nacidos después del diluvio eran mudos y que la paloma les repartía las lenguas representadas en forma de pequeñas comas…
Este Litoral méxicano tuvo corta vida, hecho con el corazón era mortal, pero participaron entre otros Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes, León Felipe, colaboró Rufino Tamayo y puso música Rodolfo Halfter.
A esta deuda histórica y personal de nuestra publicación con México, después de haber hecho antologías de poesía hispanoamericana y ediciones dedicadas a Cuba, Norteamérica, Chile y Argentina, se unen otros sentimentalismos como aquel premio José Vasconcelos que el Frente de Afirmación Hispanista en México otorgó a Litoral en 1983.
Esos hombres y mujeres del diluvio tuvieron nuevamente voz, escribieron libros —se calcula que más de dos mil doscientos cincuenta aparecieron como fruto de la intelectualidad española en México—, crearon imprentas y editoriales, abrieron numerosas librerías, fundaron instituciones tan importantes como la Casa de España, y el Fondo de Cultura Económica, reforzaron la educación con la presencia de los mejores intelectuales de esa España perdida, abrieron el pensamiento con filósofos como María Zambrano y José Bergamín, con narradores del talento de Ramón J. Sender, Francisco Ayala o Max Aub, cineastas como Luis Buñuel, pintores como Remedios Varo y con casi todos los poetas de entonces, algunos de ellos alojados allí eternamente. Luis Cernuda y Emilio Prados descansan a pocos metros en el Panteón Jardín de Ciudad de México.
Estos seres diluvianos produjeron un eco enorme que escucharemos durante mucho tiempo, porque son parte importante de la historia de nuestra cultura y eso retumba en la memoria con un ritmo que no le da paso al olvido y menos en una revista con nuestros antecedentes.
Doblo la página y escribo con el movimiento de las pestañas de ese inmenso ojo que tiene México en su frente. Ahí está su pasado emplumado tallado en la piedra, los calendarios apocalípticos, las leyendas y sus dioses. Ahí también está el metal y los conquistadores, los corazones sangrantes, las pirámides, las máscaras y el viento de los siglos con la muerte a cuestas en cada parpadeo. Más tarde Juana Inés de la Cruz nos dice, desde esa otra orilla del mirar, que también es vicio el saber.
En ese ojo, también hay una revolución contra el orden establecido, balas y héroes a caballo que cantan corridos y fuman marijuana. Tantas figuras legendarias se nos aparecen en la historia de ese México que ve nacer el siglo xx y entra en la modernidad del nuevo siglo, que sólo se puede hacer un guiño en una revista con muy poco espacio para viajes imposibles.
Las miradas que puede proyectar ese ojo son infinitas pero si atendemos solamente a la poesía y el arte contemporáneos —las hélices de cualquier número de Litoral— nos encontramos en unos espacios donde se puede pintar un paisaje, no muy nítido en algunos márgenes, pero eso sí, orientativo y con palabras y pigmentos verdaderos.
Los poetas y catedráticos de literatura de las Universidades de Málaga y Granada, Antonio Jiménez Millán y Álvaro Salvador han sido los responsables de esta edición y de la selección poética, que va desde el modernismo hasta nuestros días. Más de setenta autores que conforman el espejo donde la poesía mexicana contemporánea se refleja en el tiempo.
Junto a ellos, el poeta y diplomático mexicano Jorge Valdés Díaz-Vélez, cuya presencia nos ha sido de enorme valor al asesorarnos con criterio en diferentes aspectos de la edición. De su mano, el crítico y escritor Jorge Reynoso aporta un interesante panorama del arte actual, que unido a la extensa selección de artistas representados aquí, configuran otro vasto espejo donde México se refleja victorioso con pintores tan universales como Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo o Francisco Toledo.
Aunque Litoral tenga como ruta esos mares donde la poesía tiene sus islas invitadas, a veces nos desviamos y tratándose de México era inevitable visitar aunque fuera un instante a sus narradores. Seres como Juan Rulfo, Juan José Arreola, y muy especialmente Carlos Fuentes han sido mecha y parte de la pólvora de ese boom que significó la literatura hispanoamericana en los años sesenta y setenta del pasado siglo. Todo este mundo lo comprime en un revelador artículo, por el fondo y las formas, Ana Gallego Cuiñas.
Algo parecido nos ha sucedido con la música y cine. Ana Marco González nos habla de la canción popular mexicana en el panorama narrativo contemporáneo. No podíamos dejar la música apagada en un país tan sonoro que ha tenido en los corridos, rancheras y ahora narco-corridos un modo de expresión tan auténtica y reveladora.
Juan Maldonado nos proyecta a México en la pantalla. Otro tema ineludible donde brillan en el tiempo historias y rostros imperecederos como los del Indio Fernández, iconos de nuestra infancia como Cantinflas o el Zorro y ojos que todavía asustan por su profundidad y belleza como fueron los de Dolores del Río y María Félix.
La mirada que tuvieron los extranjeros también es significativa cuando se habla de un país con tantos matices para encandilar a cualquiera que se le acercara. Muchos bucearonen sus tradiciones y sus misterios consiguiendo ser parte de la tierra que los había acogido. En el arte no podemos olvidar a Leonora Carrington, Wolfgang Paalen o Tina Modotti y en la literatura a Malcolm Lowry, Carlos Castaneda y Roberto Bolaño.
En las páginas de ese antiguo Litoral mexicano Ramón Gaya decía que en el arte el corazón no es nada, que lo propio del arte es el alma, nunca el corazón. Nosotros sólo quisimos que el alma de este Litoral tuviera un corazón tatuado.
LORENZO SAVAL
"Doblo la página del día, escribo lo que me dicta el movimiento de tus pestañas". Octavio Paz
“¡Larga vida al fantasma del recuerdo!”. Luis Alberto de Cuenca
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"Que la fotografía salve del olvido las ruinas colgantes, los libros, las estampas y los manuscritos que el tiempo devora, las cosas preciosas cuya forma va a desaparecer y que piden un lugar en los archivos de nuestra memoria…". Charles Baudelaire
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"En ninguna parte de España me sentí tan feliz y tan en casa como en Málaga. Las costumbres de sus gentes, su temperamento, el ancho mar, todo ello, tan necesario y rico para mí, lo encontré allí. Y es más, encontré algo todavía más importante: gente amable y comprensiva". Hans Christian Andersen
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“Diciembre es esta imagen de la lluvia cayendo con rumor de tren”. Jaime Gil de Biedma
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