Hace cuarenta años, antes de que los movimientos feministas encendieran en muchas conciencias el principio de igualdad de derechos, tan evidente hoy en día, hicimos un Litoral dedicado enteramente a la mujer. A ese número de la revista, construido junto al poeta Jesús García Gallego, lo titulamos Femenino. Eran cuatrocientas alocadas páginas que contenían una amplia selección de literatura escrita por mujeres en la España contemporánea. No recuerdo bien los entresijos que nos llevaron a hacer esa edición —cada número de Litoral tiene un misterio y una historia que contar—, pero de ese Litoral Femenino conservo con una cierta y fiel nitidez la elaboración de su portada y la magnífica correspondencia que mantuve con grandes escritoras a las que les pedí, además de poemas y textos inéditos, una foto para elaborar el collage de portada, que aquí vuelvo a recrear con nuevas invitadas en el colofón. En aquella edición publicamos colaboraciones tan curiosas como la de Victoria Camps sobre la gramática de la felicidad y algunos textos a modo de denuncia, como el decreto del parlamento ingles de 1700 que textualmente decía: «Todas las mujeres que seduzcan y lleven al matrimonio a los súbditos de Su Majestad mediante perfumes, pinturas, cosméticos, dientes postizos, pelucas, miriñaques, zapatos de tacos altos y rellenos en las caderas, incurren en delito de brujería… Y el matrimonio será nulo».
La memoria se comporta a veces como perros viejos que olvidan dónde han enterrado el hueso. La mía se pasa la vida haciendo agujeros en el jardín del olvido tratando de recuperar cosas del pasado. Lo cierto es que hay secuencias de vida con grandes personajes femeninos que no se deben olvidar y que merecerían ser grabadas a cincel en alguna piedra del camino. Encuentros, conversaciones y complicidades con artistas como Maruja Mallo, pensadoras como María Zambrano, escritoras tan comprometidas con el feminismo como Montserrat Roig o Rosa Montero, sin olvidar un sinfín de amigas poetas como María Victoria Atencia o Aurora Luque.
Haber tenido una madre poeta y haber sido el nieto de una pintora chilena que me dio a conocer el nerudiano olor a trementina, me hicieron cómplice y ferviente admirador de la obra creativa de la mujer tanto en el arte como en la literatura.
Siempre he pensado que la imaginación, como los ángeles, no tiene sexo, que hombres y mujeres navegamos en el mismo barco de la creación, dispuestos a darlo todo para sobrevivir en el incierto viaje que es la vida. Pero hay que admitir que desde hace muchos años, con sombrero o sin sombrero, los ánimos han estado muy encendidos y a veces esas guerras han tenido el mal aliento del humor negro. Baudelaire decía que «en toda mujer de letras hay un hombre fracasado» y Dorothy Parker que «cualquier mujer que aspire a comportarse como un hombre, seguro que carece de ambición».
En la historia de Litoral han aparecido miles de mujeres poetas, narradoras, pensadoras y artistas. En Mujeres hay más de cien poetas, la gran mayoría con poemas inéditos, y otras tantas artistas cronológicamente ordenadas. Desde su creación, Litoral ha estado a favor de que hombres y mujeres tengan los mismos derechos y siempre hemos publicado lo que, a nuestro criterio, nos ha parecido de valor sin importarnos el sexo. Por ello, cuando alguien nos acusa de que hemos dado muy poca visibilidad a la mujer en estas páginas, me agito como un barco a la deriva y pienso que, a riesgo de estrellarnos, el viaje ha merecido la pena.
Lorenzo Saval
Con el patrocinio de

Este libro ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte