EDITORIAL
Los estudiosos de la mitología dicen que el único mito que merece la pena crear en estos tiempos es aquel que hable de nuestro planeta, y si apreciamos como mito parte del sistema de creencias de una cultura, nada es más certero que hablar de este mundo sensible por el que ahora andamos en peligro y enmascarados.
Y el peligro no aparece solamente en el espacio con devastadores cambios climáticos, ni en la naturaleza con brutales extinciones de especies o en invisibles enfermedades infecciosas que sospechosamente aparecen y nos paralizan. La verdadera amenaza está en nosotros, en los humanos. Somos ciertamente peligrosos, primero con nuestra propia especie y después de manera terrible con nuestro entorno. Si sumamos los muertos de las últimas guerras mundiales, sólo de las últimas, el resultado es sencillamente aterrador. Pero nada nos va a cambiar, somos así desde que existimos, seres inclasificables, autodestructores por composición genética.
Cuando la raza humana en su totalidad sienta una risa enorme, tan grande que lastime, sólo entonces, reflexionaba Henry Miller, nadie se atreverá a convencer a nadie para que coja un arma y mate al enemigo.
La tierra, ese gran ser sensible que habitamos, lleva diciéndonos desde hace mucho tiempo que no es el enemigo, todo lo contrario, que es el ser que nos invita a seguir existiendo. El miedo, el verdadero miedo, llegará cuando aquella risa de la que hablaba Miller nos haga daño, y parece que esta extraña pandemia lo está consiguiendo. El lenguaje es un virus afirmaba William Burroughs, esperamos que en este caso los agentes infecciosos sean aliados y la ciencia y el lenguaje logren al final ser los héroes de esta guerra biológica y de ciencia ficción en la que estamos sumidos.
Este número de Litoral agrupa una secuencia de eventos involucrados en el desarrollo del planeta. Una visión telescópica y microscópica desde la creación del cosmos hasta el mundo amenazado de hoy en día.
Lo hemos titulado Mundo sensible, recordando el concepto filosófico que se remonta a Platón, donde aparecen un conjunto de fenómenos físicos perceptibles y sensitivos. Un mundo habitado con un carácter temporal, espacial, cambiante y corruptible, a menudo definido por fenómenos como el efecto mariposa o la teoría del caos, pero también embellecido por el arte, la poesía y ese pensamiento invencible que nos mantiene a todos vivos.
LORENZO SAVAL