La complicidad que existe entre la poesía y la pintura, el secreto que las hace inseparables ha sido la excusa perfecta para que este Mvsevm empezara a construirse. Primero en la imaginación, alzando planos al aire para calcular los imposibles de un proyecto donde todo podía ser posible. La palabra poética y la imagen pictórica han tenido desde los orígenes de la civilización las mismas experiencias sensoriales, las mismas aficiones y han jugado la misma partida en busca de esa noble noción del placer que es la belleza.
Las medidas del edificio las teníamos. La altura debería ser la de un faro, para que pudiésemos iluminar, aunque fuese de lejos todos los horizontes, desde el arte rupestre hasta las últimas manifestaciones de hoy en día. La distancia que teníamos que recorrer también la conocíamos, la misma que va de la imaginación al acto, como dijo Leonardo da Vinci refiriéndose a la que existe entre poesía y pintura.
Según Vitruvio toda arquitectura descansa en tres principios: la Belleza, la Firmeza y la Utilidad, y con tales premisas empezamos a levantar los muros de este Mvsevm imaginario.
Decidir qué obras tendrían que exponerse fue difícil. Motivos sentimentales y espaciales se enfrentaban constantemente al escoger los cuadros y los poemas que se verían en las salas. El material recopilado era inmenso, muchos escritores han tenido en la pintura la razón de sus creaciones, han querido pintar con la palabra lo que sus ojos veían, al igual que muchos pintores han querido escribir en el lienzo, como si fuera un poema, lo que sentían.
Cuando se diseñan este tipo de construcciones donde hay que alojar a tantos en un espacio reducido hay que ser implacable y sólo ajustarse a la emoción que te produce cada obra para colocarla o desecharla. La emoción es un estímulo infalible que ayuda a mantener el equilibrio de las cosas.
Hay quienes afirman que un poema como cualquier otra forma de arte también es un objeto, y como tal había que tratarlo en esta ocasión, como algo que se podía integrar en la pintura, un objeto latente con todas las propiedades de un espejo.
Para iluminar este Mvsevm recurrimos, como hacemos siempre, al pensamiento de los especialistas, para que pusieran orden y conocimiento en cada sala y también a la reflexión de los artistas. Abrimos otros espacios, como el dedicado a los pintores que escriben y los poetas que pintan, piezas fundamentales en esta exposición, ya que es ahí donde la pasión mutua entre las dos artes se vuelve más íntima. La misma mano y hasta el mismo pulso en las venas para ordenar el universo.
En la geografía oculta en los mapas del visitante que son los fondos del museo, están las musas, los verdaderos vasos comunicantes de esta complicidad, y algunos poemas exquisitos para terminar el recorrido.
Pasen, las puertas están abiertas. Quien no ama la pintura atenta contra la verdad y contra la poesía, nos advertía Filóstrato, y en este Mvsevm con la pintura escrita en las paredes es mejor no contradecirlo.
LORENZO SAVAL