En esta larga travesía, Litoral nunca perdió de vista las tendencias modernas de la lírica española. Nació para ofrecer sus galeradas a los jóvenes escritores de los años veinte y, hoy, casi ocho décadas después, continúa esa labor con monográficos dedicados a Luis García Montero o Felipe Benítez Reyes, lo que nos exigía dirigir la mirada hacia Carlos Marzal (Valencia, 1961), otro de los nombres consolidados entre el panorama poético actual. Su trayectoria comenzó con el Último de la fiesta (1987), libro elogiado tanto por la novedad de sus imágenes, como por esa maestría en el juego de hacer versos de la que daba magníficos ejemplos, características de estilo y temas que continuaron su natural desarrollo en La vida de frontera (1991), poemario, aún de juventud, que mostró un escritor con un mundo intransferible y una estética que lo empujaba hacia aquella nueva sentimentalidad que bullía entre cazadoras de cuero y alfileres en la solapa. Sin embargo, el mapa trazado a partir de Los países nocturnos (1966) es el que revela su madurez creadora, ajeno al incierto aroma canalla del que habita próximo a las aceras; a partir de sus estrofas, surge la voz de un poeta que identifica la existencia en los pequeños detalles cotidianos, los que arrastran el metrónomo de los días y esconden las llaves de esa abstracción a la que llamamos vida. Este es el rumbo de sus dos últimos galeones, Metales pesados (2001) y Fuera de mí(2004), ambos, elogios de lo que nos habita, que emocionan a cuanto lector se acerque a sus velas y así lo sancionaron el Premio Nacional de la Crítica, junto con el Premio Nacional de Literatura y el Premio Fundación Loewe.
En este número, el voyeur disfrutará de una selección de textos del autor donde nos invita a las diferentes mareas de su quehacer literario por el que fluyen aforismos, poemas, confesiones, fotos y cartas. La creación se adereza con una serie de lecturas solventes sobre su obra, semblanzas o versos dedicados, por lo que entre estas páginas se despliega la rosa de los vientos que ilumina todas las costas marzalianas, también pobladas por reconocidos artistas contemporáneos. Este Hotel del Universo se revela como una arquitectura de poesía y arte, timón entre las mejores corrientes estéticas por las que navegamos en estos tiempos.